Nueve días duró el hervor agropecuario que presionó al Gobierno Nacional con el cierre parcial de vías terrestres. Desde el 11 de marzo la intensidad del conflicto arrocero pasó de medio a bajo como resultado de los acuerdos. Sin embargo, mientras termina de sudar, el arroz se puede ahumar o quemar.
Por Olmedo Polanco
Dos de agua por una de arroz, agregas sal al gusto y una cucharada de aceite. La receta no ha cambiado en décadas. Una tienda de barrio en Neiva cobra 2.200 pesos por una libra del cereal básico y en Pitalito cuesta 2.300 pesos. En Zuluaga, jurisdicción de Garzón, por 500 gramos de arroz Roa se pagan 2.150 pesos.
La industria molinera en Colombia compra la carga de 125 kilos de arroz ‘paddy’ verde a 185 mil pesos. Los cultivadores aseguran que el precio no cubre los costos de producción. A decir de los arroceros el precio interno está generando pérdidas entre un millón y medio y hasta dos millones de pesos por hectárea. (Ministerio de Agricultura. Mesa de diálogo y concertación con productores de arroz de la zona centro declarados en paro el 3 de marzo de 2025. Acta de acuerdo. Pág. 1. Espinal, 11 de marzo de 2025).
“Solicitamos que el Gobierno Nacional intervenga para fijar un precio mínimo más justo…”, dice el documento suscrito entre las partes. Y agrega que debe existir garantías para que “…los productores puedan cubrir sus costos operativos y obtener una rentabilidad razonable…”. Los líderes del paro arrocero han reclamado un precio mínimo de 220 mil pesos por carga “para asegurar la estabilidad del sector”.
Lázaro en pie de lucha
Los patos canadienses, que otrora eran migrantes, no volvieron a alzar vuelo; se han quedado en las arroceras de verde intenso en el sector de ‘El Trébol’ en el municipio de Palermo (Huila). Los perros perezosos duermen la trasnocha al lado de un tractor ‘John Deere’ y entre los discos de arado que hace poco incorporaron a la tierra los residuos de la cosecha anterior.
El cielo está gris sobre este valle formado entre las cordilleras Central y Oriental a media hora de camino desde Neiva, en la vía que conduce hacia el municipio de Yaguará. Son las 10 de la mañana del viernes y no ha parado de llover. Maritza nos atiende con café instantáneo caliente. “Llovió con viento y se nos entró el agua”, comenta mientras seca el piso del corredor con un trapero de fabricación china.
“Esta finca tiene nueve hectáreas en producción de arroz y tomo en arriendo otras 30 para sembrar y así garantizar la cosecha que nos deje algún mínimo margen de ganancia”, dice Lázaro Salazar Medina. Los cultivadores en el Distrito de El Juncal producen 110 bultos de arroz por hectárea, en promedio. “Cada bulto tiene 62.5 kilos y nos cuesta entre 12 y 13 millones de pesos producir el cereal en una hectárea, siempre y cuando inundemos los lotes a través del riego mediante piscinas, no con el diseño tradicional hecho con surcos”, explica el señor Salazar entre sorbos de café.
Lázaro nació en Palermo (Huila) el 21 de junio de 1960 y hace parte de la segunda oleada de campesinos que en 1974 llegó al territorio aprovechando las pocas oportunidades que los terratenientes permitieron a través de la reforma agraria impulsada por el gobierno de Carlos Lleras Restrepo.
El gobierno liberal que cocinaba reformas
He revisado las alocuciones del presidente Lleras Restrepo en el segundo semestre de 1969 y en 1970. El mandatario no menciona el tema del arroz. En cambio, en varias apariciones televisivas de los mismos periodos destina tiempo a los asuntos de la reforma agraria y al café. (Mensaje presidencial. Un gobierno en comunicación con el pueblo. Charlas televisadas del presidente Carlos Lleras Restrepo durante el periodo de Transformación Nacional. Editorial Andes. Bogotá, 1970).
A finales del año 1974, los empleados oficiales del municipio de Garzón (Huila) protestaron ante el Concejo Municipal por los altos costos en los productos de la canasta familiar. Los trabajadores municipales advertían que los 35 pesos de salario que devengaban por día no les alcanzaban para cubrir los costos mensuales que demandaban los alimentos, la vivienda, educación, salud y vestuario. La libra de manteca costaba cinco pesos, una de café seis, 500 gramos de chocolate cinco pesos, y dos pesos por una libra de arroz. (Archivo Histórico de Garzón. Oficio remitido por los obreros del Municipio al Concejo municipal. Octubre de 1974).
“Entretanto, en 1974 llegamos aquí la segunda ‘cochada’ de campesinos que sumamos a los adjudicatarios de lotes que en 1968 se beneficiaron de lo poco que permitió la reforma agraria”, recuerda Lázaro. El Distrito de El Juncal está conformado por 265 familias de pequeños propietarios que en 2008 fortalecieron la asociación y compraron los predios al gobierno nacional con financiación a 15 años.
Además del encharcamiento de los lotes con el modelo de piscinas copiado de los campesinos en China, los cultivadores de arroz en Huila han mermado el uso de fertilizantes y agregan urea, potasio y fósforo con el fin de mejorar las condiciones de los suelos. “Mezclamos gallinaza y dolomita extraída de las canteras de mármol para combatir la acidez de los suelos”, refiere el líder agropecuario que se burla de sí mismo porque “… hoy estoy disfrazado de campesino”. Lázaro tenía cita con el médico muy temprano esta mañana. Su esposa Martha Eugenia Minú Losada le ha alcanzado el poncho y las botas pantaneras.
Despacio que vamos de afán
Una garza solitaria grazna en el fondo en tono áspero y rasposo. Los tractocamiones transitan la carretera pavimentada y se dirigen hacia el Sur con cargas importadas. Lázaro señala el camino con pasos firmes sobre el borde del gran charco sembrado de arroz. A propósito, el establecimiento de una nueva fórmula diferencial para el cobro de la Tasa por Uso de Agua (TUA) está entre los puntos del acuerdo suscrito en el municipio tolimense de Espinal el martes.
En el Distrito de El Juncal los campesinos surten de agua los cultivos a través de bombeo. “Pagamos entre 500 y 600 millones de pesos mensuales por concepto de energía eléctrica, porque el precio del kilovatio hora es muy costoso, aunque tengamos la Central Hidroeléctrica de Betania aquí cerquita”.
“Todo esto hizo parte de la hacienda ‘La Manga’, delimitada por la desembocadura de la quebrada Cuisinde, el cerro de Chontaduro, la quebrada la Boa -límites con Yaguará- y la margen del río Magdalena”, dice con pasos de memoria al tiempo que recuerda a Carlos Almario, líder de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos -Anuc-.
El historiador Alberto Ducuara Manrique, profesor en la Universidad Surcolombiana, advierte sobre algunos factores que inciden en la baja competitividad agropecuaria nacional. “No basta con entregar tierras a los campesinos. Los gobiernos deberían crear o reforzar los incentivos económicos que le permitan al campesinado acceder a abonos menos costosos. Además, controlar el contrabando, invertir en investigaciones, apoyar con tecnologías y renegociar los tratados de libre comercio”. Según el profesor Ducuara, producir arroz en Colombia es una actividad privada que demanda buen ‘músculo’ financiero. “Cuando existía el Instituto de Mercadeo Agropecuario -Idema- los gobiernos controlaban los inventarios del cereal e incidían el precio interno. Ahora el mercado depende de los oligopolios”.
Los peones desplazados
La construcción de la represa de Betania en Huila impactó negativamente las actividades agropecuarias. “El número de trabajadores desplazados de sus actividades en Yaguará está en relación con los cultivos que desaparecen”. (Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Artes. Departamento de Planificación Urbana. Proyecto Betania. Febrero de 1985).
En 1983 los cultivos de arroz en Huila y Tolima generaban 25 jornales por hectárea y por cosecha. “Cada cosecha tiene una duración de 120 días, presentándose dos en el año, que requieren 50 jornales por hectárea/año” (Op. Cit. Página 134).
Sólo en la zona de Yaguará se perdieron para los cultivos 1.597,28 hectáreas y despachó a 113 trabajadores permanentes y más de 450 jornaleros temporales o estacionales por año. Según la cifra antes indicada, el “96% de los trabajadores se requiere para laborar por un tiempo máximo de dos meses y una vez finalizado, tienen que recurrir a otras fincas donde encuentran condiciones similares; llegándose a situaciones de laboreo en la misma finca durante períodos no continuos del año”.
El fenómeno de rotación de la mano de obra campesina “…permite a los patrones eludir el pago de prestaciones sociales a los trabajadores. Sin embargo, la no consideración de estas circunstancias no modifica los resultados sobre desempleo agrícola generado por la construcción de la represa”. (op. Cit. Pág. 136).
El área geográfica del municipio de Palermo cedió 94.85 hectáreas cultivadas en arroz para la construcción del complejo hidroeléctrico, “…que implican el desalojo de 33 trabajadores aproximadamente, de los cuales el 79% son estacionales y 21% permanentes”.
Los granos del acuerdo
El acuerdo de Espinal ha comprometido al gobierno nacional en la búsqueda de soluciones alas deudas de los agricultores con los bancos y el agro comercio. También en la implementación de estrategias que protejan al sector arrocero frente a los tratados de librecomercio. Es más, el ‘gobierno del cambio’ debe investigar sobre posibles infracciones de la industria molinera y revisar y ajustar el costo de la semilla certificada. Si lo anterior fuera poco, la negociación exige especial protección a los cultivos de rotación (maíz, soya y algodón). No se han beneficiado los arroceros de Meta y Casanare porque en esos territorios ha pasado la cosecha.
El lunes 17 de marzo una mesa de trabajo ‘de alto nivel’, liderada por los ministerios de Agricultura y de Ambiente, se ocupará de los debates con relación al establecimiento de una nueva fórmula diferencial para el cobro de la tasa por uso del agua. El 2 de abril del presente año sesionará en Espinal otro equipo de expertos que atenderá el punto sobre parafiscales y el cálculo de la Unidad de Gestión Pensional y Parafiscal para el sector agropecuario. En Huila la cosecha de arroz de este semestre termina el 30 de junio, en plenas fiestas de San Pedro. Los encargados del fogón responderán para que no se malogre el arroz por exceso o defecto de fuego. Ni el arroz ‘mazacotudo’ difícil de digerir ni la pega tan tostada que indigeste.